domingo, 5 de agosto de 2012

La tribu de los mejores corredores del mundo, los Tarahumaras

Nacidos para correr, del periodista estadounidense Christopher McDougall, saca a la luz el caso de unos misteriosos aborígenes mexicanos naturalmente dotados para el atletismo. “Los tarahumaras tal vez sean las personas más sanas y serenas del planeta, y los más grandes corredores de todos los tiempos”, revela el autor en este relato épico de seres casi sobrehumanos.

Los tímidos tarahumaras custodian un secreto milenario que les permite correr distancias enormes, a diario y con gran rapidez, sin cansarse ni lesionarse. Viven en un rincón salvaje y prácticamente impenetrable del planeta, voluntariamente recluidos entre los agudos pliegues de las Barrancas del Cobre, pero son la gente más respetuosa, saludable y feliz del mundo.






Parece ficción, pero no lo es. Es la increíble historia real salpicada de personajes y gestas de leyenda que relata el periodista Christopher McDougall en Nacidos para correr, que acaba de lanzar la editorial Debate en español tras la exitosísima edición original en inglés, que lleva más de un millón de ejemplares vendidos.

Los tarahumaras, o rarámuris en su lengua original, son unos aborígenes de la Sierra Madre mexicana aficionados a correr casi descalzos (sólo utilizan una fina suela de cuero atada al pie con tiras, al estilo de una rudimentaria sandalia romana). Lo hacen como forma de vida y fuente de diversión y placer, a través de inmensas extensiones del paraje inhóspito, laberíntico y traicionero en el que viven, donde fuera de ellos sólo parecen atreverse a entrar quienes no tienen nada que perder, como los fugitivos, los locos suicidas y los narcotraficantes.


Lo hacen de una manera tan natural, veloz y gustosa, mostrando tan poco esfuerzo y agotamiento, que superatletas de todo el mundo y grandes entrenadores los persiguen como al Santo Grial de las carreras de fondo e intentan absorber al menos parte de su espíritu.


Así llegó a ellos McDougall, actual colaborador de la revista Men’s Health y ex corresponsal de guerra para la agencia Associated Press. El periodista comenzó a interesarse por esta extraña gente de piel lustrosa de chocolate y colorida vestimenta casi por casualidad, cuando buscaba respuestas a una pregunta nacida de su propia experiencia personal como deportista aficionado: “¿por qué me duele el pie?”.


Correr conlleva un altísimo índice de lesiones, incluso en corredores profesionales. Sin embargo los olvidados tarahumaras, junto a unos poquísimos elegidos en el mundo civilizado que han hecho historia en el deporte, parecen escapar a esta macabra regla, y lo hacen sin necesidad de recurrir a toda la tecnología y la ciencia que actualmente se aplican al atletismo de alto nivel.


Con una pluma ágil, sencilla pero rica en imágenes y en precisión, propia del buen periodismo, McDougall consigue atrapar al lector desde la primera línea, mientras desgrana su peculiar inmersión en el escondido mundo tarahumara y en el no menos increíble universo de los fanáticos de las ultramaratones, al tiempo que relata el nacimiento de una carrera imposible que hace de puente entre ellos ideada por el fascinante Caballo Blanco, quien lo guiará a través de esta aventura en los cañones de México.


“Para estos aborígenes, la humanidad se divide en dos: los rarámuris, que son quienes como ellos huyen de los problemas, y los chabochis, aquellos que los causan. Esto explica mucho de su filosofía de vida”, escribe McDougall. El resto de esta entretenida fábula real y contemporánea, en Nacidos para correr.

 
Artículo: Los indios tarahumara de México? Ejemplo insigne para todos?

Conocimos a Carlos Verteramo y a Alfredo Martínez durante nuestro internado rotatorio en Washington DC. Ambos eran médicos mexicanos y ambos llegarían a convertirse en íntimos amigos nuestros. Amigos, cuya amistad ha perdurado por mucho tiempo.

Nos conocimos en Washington, nos veríamos en México, en Tampico, Tamahulipas, en VeraCruz y nos juntaríamos en Saint Louis. Teníamos que mantenernos al tanto, porque en aquél entonces comenzábamos una misión que nos trasladaría físicamente a apreciar la manera cómo existen algunas tribus, cuyos miembros desconocen esa palabra nefasta de nuestra invención: La gordura.

Habiendo oído, por nuestros amigos, acerca de los tarahumaras. Queríamos ser parte de la vida de esos indios cuyas tendencias los hacían correr carreras interminables siguiendo bolas rústicas, de su elaboración propia, por toda la Sierra Madre.

Nos preguntábamos --- si tanto corren --- ¿existirían los gordos entre los tarahumaras?

Necesitábamos la respuesta a esta pregunta de importancia crucial, porque el sobrepeso ha sido nuestra área de interés científico/cultural.

Para los fines de nuestro proyecto, nos asociábamos entonces con otro ciudadano de México. Nicolás Cámara Peón ("Nico"), quien, además de sus conocimientos, ofreciera su hogar, tesoro histórico norteamericano, para que en éste nuestra boda se celebrase --- hace casi cincuenta años.

Nico era mayor que nosotros. Oriundo de Yucatán. Se hizo médico en Johns Hopkins y allá mismo se entrenó como psiquiatra. Fue, dentro de su especialidad que también nos sirvió de inspiración para seguir su modelo y para conocer, por su medio, muchos de los nombres de mayor prestigio en este campo, entonces, residentes en Washington/Baltimore.

Nico no sólo fungiría como iluminación y mentor sino que nos alentaría a seguir la ruta que los tarahumaras trazaron.

Finalmente, el día llegaría cuando los arreglos se completaron para hacer nuestra visita al dominio de los tarahumaras, procediendo por tierra, desde nuestra base en Saint Louis. 

 
Nuestra visita… y un poco de historia
En el punto mismo donde la Sierra Madre Occidental se torna más agreste y accidentada viven los tarahumaras o tarahumares, que se llaman a sí mismo rarámuri (los de los pies ligeros).

Hace unos 300 años este grupo aborigen se disgregaría de un grupo nómada que viajaba por la costa occidental de México rumbo al sur. Conforme el grupo avanzaba, se iba dispersando. A los que llegaron al sur de la sierra se les conoció como huicholes y coras, y los que se establecieron en Sonora y Sinaloa formaron más tarde los grupos yaqui y mayo. Se cree que otro grupo viajó hacia arriba, por profundas barrancas, atravesó la Sierra Madre Occidental y habitó las planicies cercanas a la actual ciudad de Chihuahua. Con la llegada de los españoles, los tarahumaras se refugiaron en las montañas y barrancas de la sierra, buscando proteger sus hábitos y sus costumbres.

Todavía allí residen, se trata de un pueblo muy resistente a las adversidades, que vive en pequeños núcleos tribales.

Su resistencia física se debe a sus habilidades insuperables.

Los visitamos y mucho aprendimos de su vida --- como tanto hemos aprendido de tantas tribus cuyas costumbres, en búsqueda de conocer, asimismo hemos compartido.

Cómo viven y cómo se alimentan…

La mayoría cultiva maíz y frijol, y cuenta con un poco de ganado. Debido a lo precario de su economía algunos buscan trabajo en los aserraderos cercanos, lo que hacen sin mucho entusiasmo ya que los aparta de su existencia habitual. La vida de este grupo ha cambiado; el antiguo rarámuri tenía una dieta bien balanceada, pues además de consumir los productos agrícolas de la región, comía carne de animales silvestres que él mismo cazaba. En la actualidad, y por necesidad, eso ha variado ya que han incorporado a su alimentación productos industrializados, que, como a todos quienes los consumen, envenenan.


Poesía


"Héroe de la sierra, con fuerza de hierro, voluntad indomable y la palabra de vate. Levantó a sus hermanos e incendió la sierra con su oratoria. Hizo renacer el alma indígena en el coraje y orgullo de su casta. El alma fuerte y misteriosa de los rarámuri sigue viva después de siglos, como la voz del guerrero poeta Teporaca, que aún resuena en las montañas".


Sus creencias místicas


Durante la Colonia, los misioneros jesuitas lograron llegar hasta lo alto de la sierra a inculcar a los indios la religión y costumbres cristianas. Sin embargo, hoy en día los tarahumaras viven y dominan esa sierra magnífica manteniendo una mezcla de creencias entre su religión y la que antaño predicaron los misioneros. Este sistema religioso, es espiritualista en su celebración y liturgia.


Las características de su gente


Los hombres son esbeltos, delgados, ágiles y de músculos fuertes. Ellos han sido reconocidos como los mejores corredores de resistencia, por toda la faz del mundo. Las mujeres son de apariencia delicada, su faz es ovalada, los ojos negros y oblicuos y la nariz es recta. Ambos sexos lucen cabellera color azabache, lacia y espesa.


El vestido


El hombre lleva un taparrabo sujeto a la cintura con un triángulo largo de tela hacia atrás, camisa suelta, huaraches y la frente ceñida con una tira o


Las mujeres usan falda ampona y blusa suelta, casi siempre cubren su cabeza con una pañoleta, llevan una faja de lana tejida, "pukara", alrededor de la cintura.


El idioma


Su lengua es dulce y predominan los vocablos referentes a sus costumbres y su entorno, con palabras corteses como "te saludo, como la paloma gorjea", "te deseo dicha y felicidad con la paz que nos da el susurrar de los vientos" --- indicando, con elocuencia, su sinceridad natural.


Los cambios del tiempo


El clima les marca su lugar de vivienda: durante primavera, verano y principios de otoño, viven en los altos valles, sembrando y cosechando; al llegar el frío invierno, bajan la sierra hasta llegar a sus aldeas, a casitas de madera o a sus amplias cuevas. Cada casa tiene fogón y en las cazuelas que, ellos mismos, fabrican cocinan los granos de maíz y frijol que cosecharon en la temporada.


Entre los tarahumaras todo pertenece a todos, no existe la propiedad privada, todos comparten techo y comida.

 
Gobierno

Entre todos eligen un gobernador --- un hombre que se destaca por sus servicios e inteligencia ---, que a su vez elige gobernadorcillos: sacerdotes, curanderos y sabios. Estos recorren las aldeas que supervisan, predicando el orgullo de ser rarámuri, las costumbres y moral que deben observar; fungiendo como jueces en problemas locales, mientras supervisan los ritos.


Sus protocolares, música, manjares y conservación de bebidas


Para preparar su bebida litúrgica: "el tesgüino", usan ollas de barro donde se fermenta el maíz con que éste se elabora. Para almacenar agua utilizan medias calabazas, y para efectuar sus largos recorridos cargan pinole --- polvo de maíz endulzado --- en sus guajes. Fabrican violines y grandes tambores para tocar en sus ceremonias. De sus tradiciones culinarias todavía conservan un platillo que se prepara en distintos sitios del estado: "chacales", delicioso caldo preparado con maíz desmenuzado y cocido.

Su importancia de estudio para nosotros

Los indios tarahumara nos interesan porque en medio de la sencillez de sus existencias han esculpido un sistema de vida que prohíbe que emerja entre ellos, el flagelo de la obesidad







Génesis, distribución y vestimenta


De acuerdo a la leyenda de los ancestrales habitantes de la Sierra, el mundo fue creado por Rayenari —Dios Sol— y Metzaka —Diosa Luna. En su honor, en el presente, ellos bailan, sacrifican animales y beben "tesgüino" (o pulque) --- libación de los dioses.


En la actualidad, los Tarahumara constituyen el grupo indígena más grande del Estado de Chihuahua. Su número varía de 50,000 a 75,000 ya que es difícil determinarlo de manera precisa, debido a la inaccesibilidad de las montañas y los deficientes medios de comunicación.


Los Tarahumara están distribuidos en las municipalidades de Guerrero, Bocoyna, Ocampo, Uruachi, Chinipas, Guazapares, Urique, Morelos, Batopilas, Guadalupe y Calvo, Balleza, Rosario, Nonoava, San Francisco de Borja y Carichi.


Morelos es una comunidad digna de visitarse.


Las regiones montañosas se dividen en dos grandes regiones llamadas Alta y Baja Tarahumara. A la primera corresponden las partes dominadas por la Sierra Madre Occidental, y a la segunda, la parte oeste de la misma Sierra, incluyendo la zona de los cañones en las tierras calientes del estado.



En cuanto a la ropa, existen una gran variedad de "sarapes" de bellas texturas y sencillos diseños, que sólo son vistos en las espaldas de los nativos.


Los sarapes Tarahumara son pesados y de tejido áspero, en colores naturales, la mayoría de ellos sin adornos y que poseen la belleza particular derivada de su textura y simplicidad.

Las relaciones sociales e interpersonales

Una relación similar a la de los "compadres" existe entre los Tarahumara, pero los participantes son llamados «morawas» en lugar de "compadres", lo que en su idioma significa la unión de dos personas que han establecido un pacto de moralidad entre ellos.







Cuando los bienes son el ganado, el "comprador" y el "vendedor" se tocan mutuamente el hombro diciendo "Dios cuida morawa". Y cuando un morawa visita a otro, el invitado recibirá el honor de sentarse en un taburete de piel de cabra, en el lugar preferente junto al fuego.


La relación entre los sexos


Siempre existe un enorme grado de reserva entre los sexos.


Entre los Tarahumara, un hombre que hace una visita a la casa de un amigo deberá anunciar su presencia antes de llegar hasta la puerta de la casa, y si la mujer está sola, él no entrará sino que permanecerá a la distancia. A menos que exista una relación muy cercana, los hombres y las mujeres sólo se hablan unos a otros cuando es estrictamente necesario, siempre a un intervalo respetuoso y sin mirarse los rostros.

 

Correr y comer…

"Come y calla" dicen algunos padres a sus hijos muy jóvenes dominicanos… ¡No!: come y ¡corre! (Eat and run!) --- enseñan a sus descendientes los rarámuri…


Para los Tarahumaras, correr es deporte, forma de vida, hábito y necesidad.


El rarjíparo es una bola pequeña de madera que, en competencia, los equipos persiguen corriendo por días. En esa actividad las tribus se destacan y son victoriosas, a pesar de que su equipo sea primitivo y sus sandalias ordinarias.


Profundamente religiosos, los miembros de estas tribus prefieren la vida apartada del mundanal ruido, en la paz y tranquilidad de sus moradas, que ellos construyen en las alturas inaccesibles.

En resumen

Los indios Tarahumaras pueden enseñarnos a vivir mejor…


Dr. Félix E. F. Larocca, 
  

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