sábado, 26 de julio de 2014

Exterminar cristianos

Fuente: ABC   24/07/2014    Autor: Gabriel Albiac
 
Exterminar cristianos
Voy siguiendo el genocidio de los cristianos en África. Más aún con asombro que con horror
ES público y notorio que no soy cristiano. Tec nicismos ajenos a cualquier afecto –y, más aún, a pasión alguna– me hicieron apreciar incompatible la apuesta de racionalidad estricta a la cual llamo filosofía con la apuesta de salvación y esperanza en la cual cifran los creyentes –no solo los cristianos– el sentido de sus vidas. En nada creo.
Es público y notorio que soy cristiano. Veo el mundo en los cánones de belleza que Renacimiento y Barroco modelaron. Me conmueven las Vespri della Beata Vergine de Monteverdi, a pesar de mi ruda ausencia de formación musical. Me asombra la prodigiosa ficción matemática que un fraile, Andrea Pozzo, elaborara para la iglesia de san Ignacio en Roma. La lectura de san Agustín o san Anselmo forma tan parte de mi estructura mental como la de Platón o Marx. Un amigo me preguntaba, no hace mucho, por qué mi último libro –que está dedicado a Blaise Pascal– se llama La máquina de buscar a Dios. No creo en dioses; pero parte de mi oficio de filósofo está en historiar cómo construyen a sus dioses los humanos. Y he dedicado igual tiempo a descifrar los enigmas de la escritura de Pascal que a comentar línea por línea y casi palabra por palabra la Ética de Spinoza. Al final, lo cristiano y lo griego están en mí en partes iguales: son mi horizonte. Y no creo en nada. Porque es mi oficio. Y, porque es mi oficio, sé que no todos los dioses son iguales.
Como griego y como cristiano –esto es, como ateo– voy siguiendo el genocidio de los cristianos en África. Más aún con asombro que con horror. Que el islam proceda a exterminar a quienes creen en dioses de otro nombre es trivial. Puede producir horror. Asombro, ninguno. El asombro no está siquiera en África. El asombro está en la cristiana Europa, que asiste a esa matanza de cientos de miles de devotos de Cristo en África con la más pulcra indiferencia. Algo hay de profundo odio a sí mismo en esta complacencia del europeo con la aniquilación de los pocos africanos en los cuales pudiera reconocer algo suyo.
Por los mismos días en los que media Europa exhibía, quejumbrosa, su disgusto ante el mal trato que da Israel a la banda de asesinos que gobierna Gaza, Hamás, el califato de Irak dictaba en Mosul sus primeras leyes. La más crucial de las cuales data del 17 de julio. Establecía que, para el 19 de ese mes, los cristianos quedaban proscritos en el territorio del EIIL. Se procedió a marcar con la N de nazara, «cristiano», las puertas de los hogares caldeos y a confiscarlos. Sus habitantes quedaban atrapados en una seca alternativa: conversión al islam o inmediato destierro. No cumplir el mandato es hacerse reo de pena de muerte; en una zona en la cual las ejecuciones masivas son parte de la rutina yihadista del nuevo Estado puesto en pie por el terrorista Abú Bakr al-Bagdadí, bajo su recién estrenada advocación teológica de «califa Ibrahim».
Es difícil establecer cifras seguras. Los cristianos llevan años ya huyendo de la zona. Pero no es aventurado calcular en más de medio millón el número de personas –sin distinción de sexo ni edad– amenazadas de muerte por la resolución del «califa». Y hay algo que hiela la sangre: todas esas buenas almas europeas (cristianas en su mayoría) que exhiben su escándalo porque una guerra en Gaza produzca cientos de muertos; y que ni siquiera alcanzan a preguntarse qué es eso que, sin guerra alguna, mueve a un gobierno coránico a exterminar a cientos de miles de gentes que practican religiones no del perfecto gusto del dios propio.

domingo, 20 de julio de 2014

La Catedral de Burgos, ingenieros y la perla de Pedro Sánchez

Tal día como hoy de 1221 el rey de Castilla, Fernando III, y el obispo Mauricio, ponían la primera piedra de lo que es hoy la armoniosa catedral gótica, templo dedicado a la Virgen María.
La Catedral de Burgos es una de las obras cumbres del gótico español y cronológicamente la primera representación de la arquitectura gótica clásica en la corona de Castilla y toda España.
Este templo sustituyó a la iglesia románica de tres naves que la precedió y que fue impulsada por Alfonso VI a finales del siglo XI.
La iniciativa de construir un nuevo templo más grandioso que el anterior fue del obispo Don Mauricio al que el rey Fernando III mandó recoger a su futura esposa Beatriz de Suabia en 1219. Es así como el obispo Mauricio recorre un largo camino desde el corazón de Castilla hasta las tierras del Sacro Imperio Romano Germánico atravesando toda Francia.
Es fácil suponer que en su recorrido observaría la grandeza del gótico que se estaba erigiendo por aquellos años en Francia y, deseoso de imitarlo, influyó en el monarca para un nuevo y ambicioso proyecto.   
En la catedral gótica de Burgos se perciben dos fases claramente identificables: la de estilo gótico clásico (siglos XIII y XIV) que desarrollan los primeros maestros y la segunda de estilo gótico flamígero, protagonizada por la familia Colonia.
La primera piedra como se ha escrito antes se coloca en 1221. No se conoce la identidad del primer maestro de la catedral, aunque es de suponer que fuera extranjero, posiblemente francés, puesto que trae un modo de construir -el llamado en la actualidad gótico clásico- que es desconocido en la España de comienzos del siglo XIII. 
Hasta hace algún tiempo se especuló con que este maestro fuera Ricardo, vinculado a la actividad que se desarrolla en el monasterio de las Huelgas. Sin embargo, en la actualidad esta posibilidad ha quedado descartada.
Lo que sí es deducible es que este maestro francés conocía la actividad realizada en la catedral de Bourges, cuya cabecera se asemeja a lo que hoy se considera que era la primitiva cabecera de la catedral de Burgos, ya gótica. Esta cabecera primitiva tenía una girola con una serie de capillas radiales intercaladas entre contrafuertes. 
Hacia 1233-1240 el edificio ha evolucionado con gran rapidez y se ha alcanzado el transepto y se avanza en las naves hacia los pies.
En una fecha próxima a 1240 se hace cargo de las obras el segundo maestro, del que sí se conoce su identidad. Se trata del Maestro Enrique, que trabajará también en la catedral de León.
No sabemos la causa de su decisión, pero el caso es que Enrique decide modificar el planteamiento de la anterior cabecera y transformarla radicalmente, disponiendo un profundo presbiterio de tres tramos, rodeado de una amplia girola, a la que se abren cinco amplias capillas poligonales, precedidas por dos capillas rectangulares a cada lado, tal y como se había realizado en Reims. Los refuerzos son con arbotantes.
Se sabe que ha finales de la sexta década del siglo XIII (1255-1260) se está trabajando ya en el hastial occidental y en sus portadas.
A partir del siglo XIV se hicieron grandes transformaciones en las capillas de la girola.
La catedral de los siglos XIII y XIV va a recibir un nuevo impulso en el siglo XV, con la aportación de Juan de Colonia y, sobre todo, su hijo Simón.
Ellos traen el gótico flamígero germánico a Burgos. En este impulso se embellece la fachada occidental construyéndose las famosas agujas que rematan las torres.
También se levanta el cimborrio, obra del alemán Juan de Colonia a finales del siglo XV, que posee una bóveda estrellada con plementería calada. El cimborrio causa ruina en el XVI, rehaciéndose en ese mismo siglo por Juan de Vallejo en estilo plateresco.
En esa época también se realizó la Capilla de los Condestables de Castilla, al ampliar la capilla radial central de la girola, para construir su cámara funeraria.
           
              
          
         

VA DE INGENIEROS
>>Un cura, un médico y un ingeniero estaban jugando al golf una mañana, y les había tocado detrás de un grupo de jugadores especialmente lento.

Ingeniero: ¿Qué pasa con estos tíos?. Debemos llevar esperando más de 15 minutos.

Médico: No lo sé, pero nunca había visto tanta ineptitud.

Cura: Eh, ahí viene el cuidador del campo. Vamos a hablar con él.

Cura: Hola Manolo, ¿qué pasa con ese grupo que va delante de nosotros?¿No son un poco lentos?

Manolo: Oh si. Es un grupo de bomberos ciegos. Ellos perdieron la vista cuando estaban salvando nuestras instalaciones el año pasado. Por eso les dejamos jugar gratis siempre que quieran.

(silencio)

Cura: Eso es trágico. Esta noche tendré una oración especial para ellos.

Médico: Buena idea. Yo voy a hablar con un colega Oftalmólogo para ver si hay algo que pueda hacer por ellos.
Ingeniero: ¿Y por qué no juegan de noche?

>>Están cenando un médico, un abogado y un ingeniero, y hablan acerca de que carrera hubiera estudiado Jesucristo si existiesen las universidades actuales en aquella época.

Médico: Yo pienso que habría sido médico, pues siempre mostró mucha preocupación en sanar a los enfermos, y esta tarea nos corresponde a los médicos.

Abogado: No. No. Es evidente que habría sido abogado, porque buscaba siempre la justicia, y ¿qué mejor que un abogado para administrarla?

(se produce un largo silencio, en espera de que hable el ingeniero)

Al cabo de unos segundos, el médico dice al ingeniero:

-. Pero, ¿ es que no crees que Jesús habría sido ingeniero ?
Ingeniero: Hombre... Gustarle..., le hubiera gustado, pero no sé si lo habría conseguido.

>>En la época de la Revolución Francesa, había tres hombres que iban a ser ejecutados mediante la guillotina. Un granjero, un herrero y un ingeniero. Las razones no las sabemos ni nos importan.

El primero de ellos fue llevado al patíbulo, y el verdugo le preguntó si tenía algunas últimas palabras que decir. El granjero dijo que sí, que le gustaría rezar una oración. Después de arrodillarse y rezar, el verdugo colocó su cabeza en la abertura de la guillotina y tiró de la cadena. La cuchilla comenzó a bajar rápidamente, pero se detuvo a 2 cm del cuello del granjero. Todo el mundo se asombró y pidieron al verdugo que le dejara marchar. Esto debe ser una señal de los dioses. Así, el verdugo perdonó su vida.

El siguiente turno era el del herrero. Después de preguntarle por sus últimas palabras, también quería rezar una oración. Ocurrió exactamente lo mismo. Cuando tiró de la cadena, la cuchilla comenzó a bajar rápidamente y se detuvo a 2 cm del cuello del herrero. Por la misma razón, el verdugo le dejó marchar, y, como hizo el granjero, corrió a esconderse en el bosque más allá de las montañas.
Finalmente, el ingeniero fue llevado al patíbulo. Cuando el verdugo le preguntó si tenía algunas últimas palabras, contestó "no", pero señalando a la parte superior de la guillotina dijo: "hay un nudo en la cadena"...

LA PERLA DE PEDRO SÁNCHEZ

"La diferencia del socialismo español con la derecha europea es la misma que con la derecha española" Barcelona 19/07/2014
 * Pedro Sánchez es el secretario general del PSOE, aunque no nombrado oficialmente,  pero que actúa como tal después de haber sido elegido por los militantes socialistas.

Comentario: Esa es la diferencia entre los socialistas europeos y los españoles señor Sánchez. Para los primeros el primer objetivo es el bien común de los ciudadanos y si para ello tienen que pactar con la derecha se pacta. Para los socialistas españoles lo primero es su bien común, el de los socialistas, claro.


sábado, 19 de julio de 2014

Pablo Iglesias y el puritanismo

Fuente: El Diario de Sevilla  19/07/2014   LA TRIBUNA    Autor: Víctor Vázquez

Pablo Iglesias y el puritanismo
UN pacto social como el de la Constitución sólo se sostiene si son reales unas condiciones mínimas de igualdad democrática y material, y lo cierto es que, en los últimos años, ha habido muchas señales de que estas condiciones igualitarias pierden su vigencia en nuestro país. Por ello, creo que a nadie le debería sorprender, incluso si ha tenido la fortuna de permanecer al margen del reparto de la pobreza, que una parte de la ciudadanía haya compartido y hecho causa común de su indignación, poniendo en cuestión la justicia del marco político en el que viven.

Lo que sí resulta sorpresivo, en cambio, de todo este proceso que nació, en principio, como un movimiento asambleario y errático, ha sido que a la postre haya encontrado su "pastor", y decimos pastor en el sentido protestante, o mejor dicho, puritano, del término, en la figura carismática del profesor Pablo Iglesias. Y es que, si bien el 15-M o movimientos políticos como Podemos son manifestaciones originales de un nuevo tiempo político, su carácter inédito no iguala al que tiene la irrupción de este puritanismo en una historia política, la española, tan ajena al influjo protestante.

La vinculación de Pablo Iglesias con la tradición puritana creo que ha sido bastante explícita. Desde su desembarco mediático, Iglesias ha mostrado intencionadamente que es alguien que se expresa desde la convicción que da el conocimiento de la verdad; que es alguien avalado por la pureza de sus obras y su modo de vida; y que tiene la aspiración de construir el Estado como una estricta comunidad moral. En este sentido, Iglesias se sitúa a la contra de la posmodernidad, con un discurso que, sobre este puritanismo, puede calificarse de todo menos de líquido.

Es probable que sea esta nitidez la que explique parte de su éxito. Así, frente a la cosmética y banalidad del inmediato pasado zapateril, el votante de izquierda ha contrastado en Iglesias el encanto sólido de un discurso basado en la creencia; y todos aquellos que debaten bajo el pacto tácito del cinismo se han encontrado con un político que aspira a hacerlo desde las exigencias que impone la verdad. Aunque suene paradójico, para sorpresa de todos, Iglesias se ha situado en el lado de los que combaten esa tiranía del relativismo de la que, desde sus antípodas, hablara el papa Benedicto.

También se han equivocado quienes juzgaban a Iglesias como alguien embriagado por la juventud y propenso al error. Pese a que su discurso en la forma está cargado de fervor, en su contenido no es sólo sobrio, sino que es, como el de un buen puritano, abstemio, es decir, el discurso de alguien que no mezcla, que no prueba un sorbo de lo que está mal y vive siempre lejos de contradecirse. Un discurso en el que la impronta calvinista se hace patente en una no disimulada desconfianza intelectual hacia la alegría y hacia cualquier otra forma de comunión que proceda del júbilo.

Pero el puritanismo político tiene peajes y limitaciones. Decía Chesterton que tras el puritanismo hay un deseo de guarnición, la obsesión por trazar una frontera con el impuro, por cerrar el círculo de lo que uno es, aun cuando esto impida participar en algo de lo que son los otros. Haber pronunciado la frase "el terrorismo causó dolor, pero también tiene explicaciones políticas" fue uno de los pocos errores públicos de Iglesias y su origen no tiene que ver con la calumniosa simpatía terrorista que de forma zafia e impune le otorgan. El error de esta frase se encuentra en el uso de la conjunción adversativa. Lo que ocurre es que con ella Iglesias no quiso justificar el terrorismo, sino justificarse a él y evitar que, sobre cualquier tema, alguien pudiera confundir su opinión con la de los impuros. Con el "pero" Iglesias marcaba la diferencia de su territorio moral, y esa obsesión, en este caso, le llevó a decir algo impropio de alguien inteligente.

Es esta necesidad de apartarse de la impureza, del magma sucio de la historia, la que obliga también a Iglesias a condenar el relato de la transición española, en tanto éste no sería sino el producto de las maniobras lampedusianas del monarca y sus cortesanos, y de la proyección sobre toda la sociedad de la hegemonía de los grupos dominantes. Este relato alternativo puede ser intelectualmente sugerente, pero esbozado así, sin ninguna concesión, implica a su vez algo tan cruel como obligar a reconocer a buena parte de los españoles que prosperaron en estos años, que han llevado una vida de mentira, y en tanto dóciles súbditos, casi de pecado.

Walt Withman escribió aquello de que sólo contradiciéndose a sí mismo el hombre es capaz de ser inmenso y contener multitudes. Pablo Iglesias ha demostrado que es que es un gran predicador, que puede fundar una comunidad y ser un pastor ejemplar, pero si aspira a regenerar un país en el que hay un pluralismo razonable de formas de vida no podrá hacerlo sobre su estricto puritanismo sino que tendrá que asumir la angustia de la contradicción. Esto supone estar dispuesto a cambiar de opinión, a comulgar con la alegría ajena e, incluso, en alguna ocasión, a dejarse convencer con argumentos.

viernes, 11 de julio de 2014

Mendrugo y cerrojo

Fuente: El Mundo   8/07/2014   OUROBOROS    Autor: Luis Miguel Fuentes

Mendrugo y cerrojo
LOS JÓVENES comunistas de siempre... Cambian el peinado o la bicicleta, pero son el mismo afilador de toda la vida, antiguo como los aguadores. El problema es que, vistan de Bon Jovi, de señora palestina o de Comic-Con, aún no han definido cómo sería un comunismo democrático, si acaso lo conciben. Por eso los conocemos más por sus enemigos (el capital con su sarro de oro y pobres, Botín como la bruja Avería, ese Tío Sam entre hipnotizador y hombre bala...), y también por unos mantras que no dejan de ser bocados al aire, tan vagos como comunes e interpretables (igualdad, justicia social...). Alberto Garzón reconocía ayer aquí que su modelo no era la URSS de cosmonautas pordioseros ni la Corea del Norte de insectos humanos, pero no decía más de su alternativa, cuántos pelos cogía de Marx, Castro o Chávez para hacerse la peluca que vende. En Andalucía, IU se mueve entre el cicloturismo guerrillero y el colaboracionismo poético con este PSOE tan corrompido como folclórico. Maíllo parece buena gente pero tampoco sabemos si quiere hacer franquicias de Marinaleda, abanicos para Susana Díaz o discos republicanos como de La Argentinita. No sabemos de su modelo de sociedad más que esa macedonia de historia, fetiches, estribillos y barbas. Los de Podemos son casi idénticos, aunque con más apego por la improvisación bongosera que por los antiguos evangelios revolucionarios.
Hay palabras que no bastan por sí mismas sin su desarrollo, cómos y peros. Democracia es una, y muy importante. La de Atenas tenía esclavos. Muchas dictaduras se han puesto irónicamente ese apellido o bigote. En las asambleas de esquina o polideportivo suelen vencer el grito y el miedo a que la mano alzada te marque. Son tristemente compatibles las elecciones y la ausencia de Estado de Derecho, y las mayorías pueden ser tiránicas si no se respetan las libertades individuales. La izquierda se engola con palabras como igualdad o justicia, pero olvidan la libertad. «Pan, techo y trabajo», pedían hace poco. Los esclavos tenían eso. No debería bastarnos. Tampoco la partitocracia actual. Y para decirlo no hace falta sobradismo callejero.
Conviene mirar tras las palabras logotipo, y en la izquierda aún asoman demasiados fantasmas totalitarios. A cuenta de la reciente guerra de banderas sotana o mortaja y su republicanismo macetero, conversé por Twitter con un miembro de IU, cargo en un ayuntamiento catalán, orgulloso de la tricolor de su despacho. Yo le decía que el espacio público, que es común, no puede tener ideología (eso es «res publica»). Él me replicó que «tiene la ideología que emana de la soberanía popular». Ahí estaba el fantasma: la legitimación de una ideología de Estado. Ni siquiera se daba cuenta de las contradicciones que acarreaba esa afirmación, que justificaría igual una religión de Estado (ellos, tan laicos), y hasta que TVE o Canal Sur sean órganos de propaganda de los gobiernos. Jóvenes o viejos con las mismas garrotas y aporías... Y el mismo repelús. Ese antiguo frío suyo de mendrugo y cerrojo.

miércoles, 2 de julio de 2014

Crímenes del cristianismo

Fuente: El Mundo  21/03/2014  A DISTANCIA   Autor: Alfonso Lazo

Crímenes del cristianismo
INSTITUCIÓN INTOCABLE, llama un crítico de cine a la Iglesia católica comentando la película Philomena, por otro lado excelente. ¿Qué querrá este buen hombre? Seguramente que ahorquen al Papa en la plaza de San Pedro para ejemplo universal. Porque en España, al margen de los partidos políticos, no existe institución más vilipendiada, criticada, calumniada, convertida en caricatura y puesta en la picota que la Iglesia: un cura le mete mano a un monaguillo en las antípodas, y nuestras televisiones se llevan cuatro meses hablando del asunto. Aquí no hay cineasta, ni intelectual de medio pelo, ni artista plástico de vanguardia que no busque escandalizar con los crímenes del cristianismo, obviando, va de suyo, las matanzas de las que rebosa la Historia de todos los pueblos y tribus del mundo. A no tardar mucho, pienso, los partidarios de que la Junta expropie la mezquita de Córdoba (¿para cuándo la expropiación de la Giralda?) nos hablarán del supuesto genocidio de musulmanes que llevaron a cabo Fernando III (¡el santo!) y los Reyes Católicos; pues crímenes, desde luego hubo.
Leo la Historia de los francos de Gregorio de Tours, por primera vez traducida del latín al español en una cuidada edición de la Universidad de Extremadura. Es el retrato directo y fiel del comienzo de la barbarie en Europa después del hundimiento de Roma y de la civilización grecolatina. Los obispos del siglo VI que aparecen en la obra son salvajes, codiciosos, lujurioso, propietarios de inmensas fincas trabajadas por esclavos. Situación propicia, se comprende, para hablar con justeza de los crímenes del clero. Pero Gregorio y sus colegas del episcopado no podían ser sino bárbaros, como lo era la sociedad entera desde el rey al último de los siervos. Con una diferencia: la clerecía estaba salvando lo poco que quedaba de la cultura clásica. Un estudioso serio de hoy debería huir como de la peste de la tentación del presentismo que juzga el pasado con los valores del presente. Los historiadores rigurosos recurren a los métodos seguros de la «Historia cuantitativa» y de la «Historia comparativa»; o sea, enumerar y comparar: enumeremos los crímenes de la Iglesia, sí, pero comparemos también con otros crímenes, porque no es de recibo condenar las cruzadas y silenciar la expansión guerrera del islam.
Hablemos por ejemplo de la Inquisición española y de sus víctimas. Para informarme recurro entonces a mis amigos especialistas en los siglos XVI, XVII y XVIII. Me dicen que, como mucho, en esos trescientos años las condenas a muerte del Santo Oficio andarían en torno a las seis mil, entre herejes, judíos conversos sospechosos de judaizar y alguna que otra bruja. Una barbaridad, cierto; aunque qué decir de los 80 millones de asesinados por el comunismo en setenta años. Comparación que no cabe limitarla sólo a los números, porque los últimos papas (Juan Pablo II, Ratzinger, Francisco) han pedido mil veces perdón por los pecados de la Iglesia, mientras aún estamos esperando de Diego Valderas (ocurrente inventor de la Memoria Democrática) alguna disculpa por los crímenes históricos del comunismo en el mundo, incluida Andalucía durante la guerra civil. Diferencias entre el trabajo del historiador y la propaganda sectaria.