Togas y puñetas
No siempre el Tribunal Europeo de Derechos del Hombre va a tener
tan a huevo sus complejas decisiones como las tuvo a la hora de
abrirles las puertas de la cárcel a los grandes delincuentes al ponerle
coto a la llamada “doctrina Parot”, y menos va a contar con un vocal del
país afectado para facilitarle la labor como le ha ocurrido en el caso
español. Ahí tienen el regate que le ha dado al asunto de las célebres
fosas de Katin –el asesinato en masa de 22.000 oficiales del ejército
polaco a manos de los esbirros de Stalin—con el argumento de aquel
holocausto ocurrió mucho antes de que Rusia (antes la URSS) aceptara la
Convención europea. La gran Corte asume, desde luego, que aquello fue
horroroso e injustificable, hasta el punto de condenar a Rusia por su
negativa a rendir cuentas, como habían prometido tanto Gorvachov como
Yeltsin, al menos abriendo los archivos secretos para que pudiera
conocerse por fin el detalle de la matanza. Dicen los polacos que no
sólo el Kremlin, sino también una mayoría aplastante de los ciudadanos
rusos tienen un miedo insuperable a la idea de tener que afrontar con la
mano en el corazón lo ocurrido en su pasado reciente, pero para esa
curiosa macedonia plurinacional de magistrados ha bastado, una vez más,
el riguroso respeto a la formalidad procesal para eludir el fondo del
caso y permitir que el secreto continúe su camino por el río que nos
lleva, en espera de mejores oportunidades. La mitología soviética –se
dice—seguirá viva, pues, escondiendo “sine die” la terrible verdad. Esos
bienpagados jueces bastante tienen con lidiar con los pleitos medianos y
más chicos. Los grandes pueden esperar.
¡Pues no faltaría más que cada cual empiece a mandar a Estrasburgo sus Paracuellos, sus Badajoz(es) o sus Málaga(s), por no hablar más que de los casos que nos incumben a nosotros! Estamos viendo que una Justicia internacional –ahí tienen al TPI, por ejemplo—no es hoy por hoy fruta madura de la democracia occidental, aunque quepa ya aplicarle puño de hierro a algunos delincuentes mayores balcánicos o africanos. Porque imagínense lo que supondría una reclamación que afectara a Kissinger, pongo por caso no único, o la infamia de la base de Guantánamo. Un tribunal tiene siempre en la “forma”, en el respeto a las garantías formales, una salida de urgencia, como no puede ser de otra manera. ¿Katín? Eso ocurrió en 1940 y en 1940 probablemente no habían nacido siquiera estos próceres que hoy lucen toga y puñetas.
¡Pues no faltaría más que cada cual empiece a mandar a Estrasburgo sus Paracuellos, sus Badajoz(es) o sus Málaga(s), por no hablar más que de los casos que nos incumben a nosotros! Estamos viendo que una Justicia internacional –ahí tienen al TPI, por ejemplo—no es hoy por hoy fruta madura de la democracia occidental, aunque quepa ya aplicarle puño de hierro a algunos delincuentes mayores balcánicos o africanos. Porque imagínense lo que supondría una reclamación que afectara a Kissinger, pongo por caso no único, o la infamia de la base de Guantánamo. Un tribunal tiene siempre en la “forma”, en el respeto a las garantías formales, una salida de urgencia, como no puede ser de otra manera. ¿Katín? Eso ocurrió en 1940 y en 1940 probablemente no habían nacido siquiera estos próceres que hoy lucen toga y puñetas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario