El robo sagrado
El sabio Secondat ha traído a colación a Anatole France para
recordarnos su máxima de que a los pequeños ladrones se les castiga
mientras que los grandes se les saluda. Gran verdad. Los españoles
tienen tan asumida la corrupción como la muerte y profesan unánimemente
el credo escéptico de que, ocurra lo que ocurra, aquí nadie devuelve un
euro, sino que parece confirmarse el aforismo del escritor francés al
declarar que si el robo es punible, su producto es sagrado. Un Alto
Tribunal acaba de abrir la puerta a los “intrusos” de los ERE
fraudulentos eximiendo a una heredera de devolver, como le reclamaba la
Junta de Andalucía, lo afanado por su padre que era un alcalde “de
progreso”. ¿Por qué han de devolver algunos si otros retienen lo
mangado? Aquí no devuelve nadie después de Juan Guerra: ni los de
Gescartera, ni el juez Estevill, ni Roldán, ni Vera, ni los de Filesa,
ni el del “convolutto”, ni Juan Lanzas –“Mi hijo tié dinero p’asá una
vaca”, dice su señora madre–, ni esos “intrusos”, ni las “mediadoras”,
ni los del Palau, ni los duques de Palma y sus socios, ni UGT, ni CCOO,
ni el chófer de Guerrero (ni Guerrero), ni los de la CAM, ni Narcís
Serra y los suyos, ni Bárcenas, ni los de giles, cachulis o garciamarcos
de Marbella, ni los gestores de Invercaria, ni el Bigotes del Gürtel,
ni los de Filesa, ni el mismísimo presidente de la Patronal, ni Fórum
Filatélico, ni Ibercorp, ni los del Caso Casino, ni Rumasa, ni De la
Rosa y Colón de Carvajal, ni…, en fin, nadie. El producto del robo es
sagrado, y lo sagrado, ya lo sabemos, es tabú. Media España desvalijando
a la otra media: ése podría ser el logotipo que sustituyera a la palea
de Goya.
Ignoro si hay cálculos fiables sobre el producto de las corrupciones públicas y privadas, no sé hasta dónde podría paliarse nuestra anemia económica con lo que se han llevado injustamente los cacos de guante más o menos blanco, y no tienen que recordarme que siempre hubo corrupción en la crónica española. Lo que tengo claro es que, incluso más allá de la impunidad, el agio constituye un auténtico sector económico y que los agiotistas pueden dar por buena una breve condena si al salir les espera el tesoro escondido. Lo de Valle-Inclán, ¿se acuerdan?: “En España se puede robar un monte pero no se puede robar un pan”. Bueno, en España y en casi todo el planeta, cierto. Quien no se consuela es porque no quiere.
Ignoro si hay cálculos fiables sobre el producto de las corrupciones públicas y privadas, no sé hasta dónde podría paliarse nuestra anemia económica con lo que se han llevado injustamente los cacos de guante más o menos blanco, y no tienen que recordarme que siempre hubo corrupción en la crónica española. Lo que tengo claro es que, incluso más allá de la impunidad, el agio constituye un auténtico sector económico y que los agiotistas pueden dar por buena una breve condena si al salir les espera el tesoro escondido. Lo de Valle-Inclán, ¿se acuerdan?: “En España se puede robar un monte pero no se puede robar un pan”. Bueno, en España y en casi todo el planeta, cierto. Quien no se consuela es porque no quiere.
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