Los cien mil
Llevo leyendo desde el sábado incontables análisis sobre la
manifestación de Bilbao. Todos perfectamente superestructurales, sin
excepción. Es decir, interesados en las maniobras, a dos aguas, del
Partido Nacionalista Vasco; en la capacidad de influencia y arrastre de
la llamada izquierda abertzale; o en la presunta y torcida
responsabilidad del Gobierno y hasta de los jueces en el éxito de
público de la manifestación. Todos esos análisis, y con independencia de
mi grado de acuerdo con ellos, son respetables y puede que alguno
incluso necesario. Pero secundarios, a mi juicio, respecto del asunto
principal.
La manifestacion tenía un propósito claro: reivindicar la obra hecha de los asesinos etarras y su condición de víctimas del Estado. Dice la policía municipal de Bilbao que acudieron 110.000. Es verdad que la policía municipal de Bilbao carga siempre a la derecha del padre. Y que la riada (fig: usado también cuando se desbordan los diques morales) se aprovechó, cual virus oportunista, de la salida del campo de fútbol, donde acababan de golear a unos andaluces. Pero en las calles había decenas de miles de personas mostrando su simpática empatía con el crimen. Decenas de miles en una ciudad donde viven 351.629 personas, aunque es cierto que había algunos de Guipúzcoa con su pelo matizadamente cortado al hacha ancestral. Dada la alta exigencia ética de la convocatoria a mí me parece que se trata, en cualquier caso, de muchos vascos. A la calle sale cualquiera, incluso lloviendo; pero se necesita valor para salir a la calle en este plan. Los vascos (sinécdoque), y qué decir de los vascos concretos de Bilbao, son gente decidida y ahora lo sabemos una vez más.
Gente decidida por lo que hace y por lo que no hace. Ahora sabemos que era un infamia acusarlos de cobardes cuando, en la plena actividad etarra, solo cuatro frágiles desairados salían a la calle a recordar a las víctimas del terrorismo y a acompañar a sus huérfanos. La violencia lleva dos años acabada y aún es el momento de que decenas de miles de personas recorran alguna calle vasca con esos propósitos. No, no era miedo. Aunque es cierto que ahora en la paz exhiben con más rotundo esplendor lo que son.
La manifestacion tenía un propósito claro: reivindicar la obra hecha de los asesinos etarras y su condición de víctimas del Estado. Dice la policía municipal de Bilbao que acudieron 110.000. Es verdad que la policía municipal de Bilbao carga siempre a la derecha del padre. Y que la riada (fig: usado también cuando se desbordan los diques morales) se aprovechó, cual virus oportunista, de la salida del campo de fútbol, donde acababan de golear a unos andaluces. Pero en las calles había decenas de miles de personas mostrando su simpática empatía con el crimen. Decenas de miles en una ciudad donde viven 351.629 personas, aunque es cierto que había algunos de Guipúzcoa con su pelo matizadamente cortado al hacha ancestral. Dada la alta exigencia ética de la convocatoria a mí me parece que se trata, en cualquier caso, de muchos vascos. A la calle sale cualquiera, incluso lloviendo; pero se necesita valor para salir a la calle en este plan. Los vascos (sinécdoque), y qué decir de los vascos concretos de Bilbao, son gente decidida y ahora lo sabemos una vez más.
Gente decidida por lo que hace y por lo que no hace. Ahora sabemos que era un infamia acusarlos de cobardes cuando, en la plena actividad etarra, solo cuatro frágiles desairados salían a la calle a recordar a las víctimas del terrorismo y a acompañar a sus huérfanos. La violencia lleva dos años acabada y aún es el momento de que decenas de miles de personas recorran alguna calle vasca con esos propósitos. No, no era miedo. Aunque es cierto que ahora en la paz exhiben con más rotundo esplendor lo que son.
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