Fuente: EL MUNDO 9/01/2014 ¡QUIA! Autor: Arcadi Espada
Fractura y social
LA LLAMADA fractura social es un añejo concepto catalán. Fue muy
invocada por los nacionalistas, y especialmente por los
nacionalcomunistas, durante el franquismo. En aquel momento les parecía
prioritario que la clase obrera mantuviera la unidad frente al común
enemigo explotador. El concepto nació perfectamente embarazado de su
falacia. La clase obrera era entonces abrumadoramente castellanoparlante
y solo tenía que mantener la unidad consigo misma. No solo eso: lo
puramente sensacional es que la unidad se le exigía en torno a la lengua
catalana, que hablaban los explotadores y un selecto ramillete de
explotados que pronto dejaron de serlo.
Durante los albores de la
autonomía, y en torno a la redacción del Estatuto y la ley de política
lingüística, el concepto reapareció para amenazar a todos aquellos que
se oponían a la inmersión. Si dividimos a los alumnos en razón de la
lengua se producirá una fractura social, argumentaba el nacionalismo.
Para sostener esta falacia, capaz de acoger trillizos, los nacionalistas
hubieron de renunciar a uno de sus axiomas favoritos del franquismo: la
necesidad de que los niños estudiaran en su lengua materna a fin de
evitarles daños cerebrales irreparables.
La tercera reaparición del concepto se ha producido en torno de
los fastos del corriente año de 1714. Diversas personas de dentro y de
fuera de Cataluña han alertado sobre los riesgos de fractura social del
separatismo su nombre indica. El último ha sido el ministro del
Interior, que ha recibido esta respuesta del presidente Mas: si hay
familias fracturadas por el soberanismo es que ya no eran ni familias,
ha venido a decir. Su desdén es explicable. No hay un solo separatista
en sus cabales
que a partir de la instauración de la autonomía se haya sentido
extranjero en Cataluña, un lugar físico y moral que encarna los sueños
más audaces trazados por el nacionalismo desde el principio de su
historia. Los únicos que han corrido el riesgo de extranjería en
Cataluña han sido los renuentes a admitir que el nacionalismo vertebrara
la vida social. Cada vez con mayor firmeza y desvergüenza esas
personas, y sus ideas, han sido arrinconadas. El paulatino proceso de
apestamiento ha vuelto a evitar la temida fractura social. Porque por
fortuna estas personas ya no pertenecen en Cataluña a lo social.
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