domingo, 29 de diciembre de 2013

Países olvidados

¿Hay diferencia entre Bénin y los del "derecho" al aborto?.
Nuevos mundos, mundos, ricos, viejos mundos, rituales viejos, Herodes siempre presente.

Fuente: El Mundo 23/12/2013 LA CRUZ DEL SUR  Autor: José Antonio Gómez Marín

Países olvidados
Llegan nuevas inquietantes del país de Bénin, el antiguo Dahomey yoruba de nuestros sellos adolescentes. Las recibo a través de amigos de Justicia y Paz que me confirman que no hay novedad entre las costumbres de hoy mismo y las de hace diez años, cuando otros amigos me trajeron un acadabrante informe que hablaba de las disfunciones provocadas por el pluralismo religiosos (católico, musulmán, vudú) resuelto en una suerte de amalgama práctica sin otro techo que la superstición. Una imagen temible: las criaturas que nacen deformes o taradas son consideradas impuras y, por consiguiente, estrelladas contra un árbol para cortar de raíz la disfunción. ¿Cabe imaginar una situación más necesitada de ayuda moral y hasta de protección cívica que una sociedad que sacrifica brutalmente a sus hijos minusválidos? Hasta la oligarquía del país teme el efecto de la suspensión unilateral del programa de ayuda internacional que provocaría la quiebra del puerto de Cotonou que centraliza la vida económica nacional. Y en ese escenario va el presidente Yayi Boni y se inventa un atentado fallido por envenenamiento del que acusa a un millonario que lo alzó al poder pero que luego le cerró el grifo de la coima, provocando el exilio de éste y su refugio político en EEUU. Hasta el juez encargado del caso ha tomado las de Villadiego por lo que pudiera ocurrirle en semejante trance. De lo que nadie habla es de los niños estrellados, del batiburrillo vudú que hasta dispone de un día de fiesta nacional, los bailes, los ungüentos y los gallos degollados. La idea de la vida que nos hacemos los occidentales tiene poco, casi nada, que ver con la que se siente en los países olvidados.
Existe un mundo oculto, sin presencia efectiva en la actualidad, sin lugar en la opinión colectiva, que imaginamos exótico y rousseauniano pero que, en realidad, no es más que el traspatio abandonado de este mundo nuestro que nos ha dado por considerar feliz. Un mundo a oscuras al que no llega la mano civilizada y si llega es estrechada (y vaciada) por las oligarquías locales, las mismas que suelen servir al neo-neocolonialismo para reeditar el viejo negocio, posible sólo en un medio cuidadosamente mantenido en la ignorancia. Sólo las misiones se acercan a ese mundo. Pocos para dar abasto a una oposición efectiva a la barbarie que supone estrellar a un bebé contra la corteza de una palmera o de un ébano.

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