Fuente: elmundo.es 22/10/2013 LINEA2. Autor: Ignacio Díaz Pérez
Montes Neiro y Henri Parot
Es fácil poner etiquetas. No sólo se habla de la derecha y de la
izquierda. Con la naturalidad de quien pide una cerveza en la barra de
un bar se acusa a unos y otros de pertenecer a la extrema derecha o de
ser un radical de izquierdas sin que el buche se nos atragante, simplemente por discrepar.
Europa, que nunca ha mirado por los ciudadanos, está muy lejos de la
calle, demasiado como para sentir en la boca del estómago el puñetazo seco del terrorismo.
Es esa Europa que actúa buscando de reojo el plácet de los mercados o
que, en más de una ocasión, se ha referido a los terroristas que
llenaban de sangre esta piel de toro en que nos ha tocado vivir como
"revolucionarios". Nos habla de Derechos Humanos y se olvida de los
derechos de las personas.
En esa Europa de moquetas y coches oficiales no se
ha olido nunca la sangre, ni el miedo. En esa Europa de burócratas con
sueldos de seis cifras, las víctimas son sólo números, cuando las víctimas del terrorismo somos todos.
Da igual el carné. Da igual el hambre. Henri Parot fue detenido en
Sevilla de casualidad, conduciendo un coche cargado con más de 300 kilos
de amonal con destino al centro mismo de la ciudad.
Era abril, en vísperas de la Semana Santa, cuando
más gente hay en la ciudad. Pretendía volar la Jefatura de Policía,
entonces radicada en el edificio de la plaza de la Concordia junto al
mayor centro comercial que existía en aquel momento en la ciudad,
prácticamente el único, y a sólo unos pocos metros de la plaza del Duque
y la Campana, el lugar donde más gente, miles de personas casi a cualquier hora del día, se concentra para contemplar el paso las cofradías.
La masacre que podía haber causado aquel atentado
aún hiela la sangre cuando lo recuerdas. A ese festín terrorista, como
en la película de Gutiérrez Aragón, todos estábamos invitados. Henri
Parot fue condenado a 4.800 años de prisión por un total de 82 asesinatos cometidos antes de su detención. El Tribunal Supremo adoptó en 2006 la llamada Doctrina Parot,
según la cual las redenciones de pena debían aplicarse sobre el total
de las condenas impuestas y no sobre el máximo legal permitido de
permanencia en prisión que, según el ya derogado Código Penal de 1973,
es de 30 años.
Inés del Río, la terrorista que ha promovido la
revisión de su caso ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de
Estrasburgo, fue condenada a 3.828 años de prisión por un total de 24
asesinatos. Ha cumplido 26 años y 3 meses de condena y en unos días
estará en la calle. Miguel Montes Neiro, que nunca mató a nadie, pasó 36 años en prisión.
No es una cuestión de ser de izquierdas o de derechas. Tampoco es una cuestión, sólo de Derechos Humanos. También están los derechos de las personas. La sentencia del tribunal de Estrasburgo me apena.
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