Que difícil es ser padre o madre de un/a adolescente, aunque desde pequeños estés encima de ellos, siempre hay que estar alerta, pendiente de ellos, señalando el camino que creemos por nuestra experiencia vital que es el correcto o mejor para ellos. Pero como es normal siempre nos están cuestionado nuestro consejo, ¡no sabéis nada de la vida de ahora!, dicen ellos. ¡Que equivocados están!, y recordando nosotros eramos igual con nuestros padres, ¡ellos no sabían "na de na"!, nosotros si que eramos listos y lo sabíamos todo. recuerdo que mi padre me decía cuando protestaba por su "incomprensión" hacia mis deseos, los que fueran; >>cuando seas padre, comerás huevo<< y yo le replicaba con que tenían que ver los huevos aquí, hoy ya he aprendido que la experiencia y la sabiduría de la vida se tiene cumpliendo años.
Por eso, aunque a mis hijos les cueste comprender yo soy un padre amigo, el que te quiere y desea lo mejor para ellos, pero el que siempre estará dispuesto a decir No antes de que se equivoquen ellos, aún a riesgo de que pierda su "confianza". Prefiero eso, a ser un amigo padre que todo lo consiente, todo lo dar por bueno, que no niega nada por miedo a perder su "cariño", que cuando el daño se lo han hecho ya es demasiado tarde para rectificar. Porque un padre es para sus hijos su
primera y última línea de defensa. Por supuesto que hay excepciones en los dos casos, pero esta demostrado y mas en los últimos lustros.
Hace unos días escribió Salvador Sostres un articulo en su blog `Guantánamo´ del elmundo.es titulado "Padre" que me viene como anillo al dedo a este tema.
PADRE
Fuente: elmundo.es - Autor: Salvador Sostres
Educar es reprimir y que cada niño tenga su carácter es perfectamente
compatible con que tenga que observar unas indiscutibles pautas de
conducta, tanto en familia como en su incipiente vida social. Cada niño
es como es pero se tiene que aprender a comportar como Dios manda.
Educar es reprimir. Educar es decir que no. Educar es no pasarles ni
una. Educar es también el refuerzo positivo de felicitar al niño cuando
hace lo que le hemos dicho.
Hay padres que creen, equivocadamente, que su hijo le querrá más si
no le riñe o si no le advierte. Hay padres que piensan, y yerran, que
sus hijos serán más felices si todo se lo permiten. Los niños necesitan
límites, y cuando nos desafían no es para salirse con la suya sino
porque hallar el límite es lo que les da seguridad. Aunque a veces
lloren cuando les alzamos la voz o nos ponemos serios, en el fondo,
inconscientemente, es lo que nos están reclamando.
Mi hija es feliz, increíblemente feliz, porque los límites están
clarísimos y tanto mi mujer como yo, desde el primer día, le hemos
explicado lo que está bien y lo que está mal aunque ella muchas de las
explicaciones no pueda de momento entenderlas. Mi hija es dulce y
amorosa con nosotros y no le pasamos ni una, ni negociamos con ella, ni
le ahorramos ningún disgusto si lo que hace no está bien.
Son necesarias muchas advertencias porque es muy pequeña y casi todo
lo está aprendiendo; pero a cambio tenemos grandes e intensos momentos
de felicidad porque en un contexto de seguridad y de firmeza es posible
el amor y la alegría sin que la angustia ni el absurdo lloriqueo quejica
lo inunden todo de agobio y de incomprensión. Sin represión no hay
educación. Sin firmeza no hay amor. Sin límites clarísimos e
infranqueables no hay ternura y todo es tiranía.
Más de una vez cada día, mi hija me pone a prueba, y yo intento
comportarme como un padre con la inequívoca misión de educarla y no como
uno que intenta hacer méritos para ser su mejor amigo. Ni soy el amigo
de mi hija ni quiero serlo. Hay una jerarquía y quien mando soy yo y
quien obedece es ella. Ni somos iguales ni somos lo mismo. Ésta es mi
forma de dar mi vida por ella, de ser su padre y de quererla más que a
nada en el mundo.
He visto a padres que cualquier barrabasada que hacen sus hijos
tratan de disimularla, de justificarla, de decir "es que tiene sueño", o
"es que es así", o "es que hoy no sé que le pasa", cuando en el fondo
es la misma historia cada vez que nos vemos. Hemos visto a padres que en
nombre del amor renuncian a su misión y convierten a sus hijos en
monstruos mezquinos y antisociales. Cada niño es como es pero todos se
comportan como sus padres le permiten que se comporte. Cada niño tiene
su carácter, pero también unos padres que son los que les marcan el
nivel de exigencia y los límites, y eso es lo que determina su formación
moral y espiritual, su calidad humana y su habilidad social.
No soy tu niñera, ni tu abuela, ni tu amiga. Soy tu padre. Soy tu
primera y última línea de defensa. Hay una sola verdad y muchas
mentiras. Si perdemos lo haremos con elegancia, pero no hemos venido al
mundo a participar sino a ganar. Hay bien y mal, memoria y esperanza, y
las huellas del pecado original que tenemos que tratar de borrar. Cuando
creas que no me entiendes, piensa que yo sí que te entiendo a ti. Ser
tu padre no consiste en gustarte sino en educarte. No necesito que me
aplaudas sino que aprendas, para que crezcas más fuerte, más segura, más
feliz y más libre. Si alguna vez tienes la menor sensación de que
cualquier cosa que haga no tiene como máximo objetivo tu interés y tu
formación es que has enloquecido. Puede que me equivoque, seguro que voy
a equivocarme, pero será siempre al límite de mis fuerzas y de mi
inteligencia, de mi única misión en la vida que es dotarte de del
espíritu necesario para poder afrontar tus retos con las mejores
garantías.
Que cojas bien el tenedor es la metáfora de una precisión que a la
larga te será imprescindible. Hoy puede parecer que sólo es una cena con
amigos. Pero un restaurante es el mejor resumen de la vida y un niño
que sabe cómo coger los cubiertos sabrá siempre qué hacer en cualquier
situación y en cualquier rincón del occidente libre -y también sabrá que
al resto del mundo es completamente absurdo ir.
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