Si, si
SACAN pecho los nacionalistas: el 80% de los catalanes está a favor del
derecho a decidir. Demos por buena la demoscopia. Demos por buena, incluso, la
vacuidad conceptual de ese supuesto derecho. El problema seguirá estando donde
estaba. Porque un 81% del conjunto de los españoles exige también su derecho a
decidir. ¿Se puede tomar una decisión contra el 80% de la población de
Cataluña?, dicen los nacionalistas. ¿Se puede tomar una decisión contra el 80%
del conjunto de la población española?
El grave problema español es que nadie plantea este último interrogante.
De hecho esta cifra demoscópica es una flor de invernadero estadística. Solo he visto que aparezca en una encuesta de Metroscopia, de hace un año, para el diario El País. Pero nunca, que yo conozca, ha sido una pregunta del CIS. La anomalía sociológica no es lo más relevante. Lo brutalmente relevante es la anomalía política. La inmensa mayoría de los partidos catalanes llevan mucho tiempo hablando y promocionando el derecho a decidir. Ayer hasta sacaron de su cautividad al benemérito señor Joan Rigol para que exhalara el pensamiento habitual: «Solo que entiendan que tenemos derecho a decidir», donde lo más interesante es el desparpajo régulo con que se da instrucciones a esa segunda persona del plural que abarca al 80% de los ciudadanos del Estado. Por el contrario, ningún partido se ha decidido a hablar del derecho a decidir de los españoles. A hablar y a promocionar. No cabe esperarlo del partido en el gobierno. El partido en el gobierno tiene una representante en Cataluña que se encerró en casa el 11 de septiembre, con lo que le gusta salir a comer. No cabe esperarlo tampoco del primer partido de la oposición, cuya primera diputada por Barcelona ejerce el derecho en Miami Beach. Y los comunistas la quieren antes rota que roja. Pero lo sorprendente es la inacción política de Ciutadans y UPyD. ¿Cómo es posible que esos dos partidos (uno y lo mismo) no hayan empezado a movilizar a la opinión pública española en la defensa de sus derechos políticos elementales, y el principal, que es el de su soberanía? La respuesta al derecho a decidir de los nacionalistas no es no. Es sí. Por supuesto que sí. Incluso por supuestiSÍmo. Solo el sí devuelve a los nacionalistas la imagen real de su propuesta y les obliga a exhibir su fondo de armario excluyente y xenófobo: su no a los españoles de fuera y de dentro.
El grave problema español es que nadie plantea este último interrogante.
De hecho esta cifra demoscópica es una flor de invernadero estadística. Solo he visto que aparezca en una encuesta de Metroscopia, de hace un año, para el diario El País. Pero nunca, que yo conozca, ha sido una pregunta del CIS. La anomalía sociológica no es lo más relevante. Lo brutalmente relevante es la anomalía política. La inmensa mayoría de los partidos catalanes llevan mucho tiempo hablando y promocionando el derecho a decidir. Ayer hasta sacaron de su cautividad al benemérito señor Joan Rigol para que exhalara el pensamiento habitual: «Solo que entiendan que tenemos derecho a decidir», donde lo más interesante es el desparpajo régulo con que se da instrucciones a esa segunda persona del plural que abarca al 80% de los ciudadanos del Estado. Por el contrario, ningún partido se ha decidido a hablar del derecho a decidir de los españoles. A hablar y a promocionar. No cabe esperarlo del partido en el gobierno. El partido en el gobierno tiene una representante en Cataluña que se encerró en casa el 11 de septiembre, con lo que le gusta salir a comer. No cabe esperarlo tampoco del primer partido de la oposición, cuya primera diputada por Barcelona ejerce el derecho en Miami Beach. Y los comunistas la quieren antes rota que roja. Pero lo sorprendente es la inacción política de Ciutadans y UPyD. ¿Cómo es posible que esos dos partidos (uno y lo mismo) no hayan empezado a movilizar a la opinión pública española en la defensa de sus derechos políticos elementales, y el principal, que es el de su soberanía? La respuesta al derecho a decidir de los nacionalistas no es no. Es sí. Por supuesto que sí. Incluso por supuestiSÍmo. Solo el sí devuelve a los nacionalistas la imagen real de su propuesta y les obliga a exhibir su fondo de armario excluyente y xenófobo: su no a los españoles de fuera y de dentro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario