jueves, 5 de septiembre de 2013

30 años sin el más grande, Antonio Mairena

Hoy se cumple 30 años de la desaparición física del maestro Antonio Mairena, el más grande cantaor, por lo menos para mi. Desaparición física pero como gran artista, su arte no desaparece con él, nos quedara siempre su obra discográfica y su bibliografía propia y de otros.
    
Realizado por José Montero Peña

                 
        
Mairena del Alcor se ha volcado en este aniversario con un extenso programa de actos desde el 2 al 12 de septiembre.

También hay críticos de flamenco que han dedicado artículos sobre el recuerdo de estos 30 años sin el maestro como es el caso de Francisco Correal, Alejandro Medina.

Fuente: Diario de Sevilla 5/09/2013 CALLE RIOJA. Autor: Francisco Correal 
Un septiembre lleno de Mairena

EL cartel era impresionante: El Turronero, Fosforito, Manolo Mairena, El Lebrijano, Matilde Coral y Rafael el Negro, Chano Lobato, Nano de Jerez, Naranjito de Triana, Camarón de la Isla (con la guitarra de Tomatito) y Calixto Sánchez. Sólo faltaba Antonio Mairena, que aquel 3 de septiembre de 1983 permanecía convaleciente en su casa de Nervión después de haber permanecido un mes en el hospital. "Con dolor de mi corazón, no podré estar en el Festival de Mairena del Alcor, que es como un hijo mío", le decía a este cronista en entrevista que se publicó en Diario 16 Andalucía el 1 de septiembre. Las precauciones del cantaor para asistir al Festival de Cante que él mismo creó en 1961 estaban más que justificadas. Cuatro días después, sobre las siete de la tarde, fallecía en la residencia García Morato.

Septiembre empezó lleno de Mairena. El 2 de septiembre se celebró el concurso de cante jondo. Canela de San Roque y Juana la del Revuelo, como ganadores, se ganaron el derecho a participar un día después en el Patio de la Academia de Mairena con los primeros espadas. La presencia de Camarón desmentía esa maledicencia sobre la dicotomía. José Monge pertenecía a la categoría de los genios tan como los definiría el propio Mairena en la referida entrevista.

"Nunca un cantaor genial hace lo mismo dos veces. Se crea ese cante, se destruye y con la misma esencia se construye otra cosa. Eso distingue a la Niña de los Peines de un aficionado. Construcción y destrucción no van juntos en la música clásica, pero sí en el flamenco". Mairena fue quien sacó el flamenco "de las tabernas y de las fiestas de señoritos".

El flamenco no necesitaba que en Nairobi unos hermeneutas de la nada lo declarasen patrimonio de la humanidad. El mismo día del concurso, aquel 2 de septiembre, Enrique Morente cantaba en Cúllar Vega (Granada), El Lebrijano en Adra (Almería) y el arte salía a borbotones en Manilva con el cartel que compartían Beni de Cádiz, Rancapino y Fernanda y Bernarda de Utrera.

Hijo de un herrero, Antonio Cruz García nació en Mairena del Alcor el 7 de septiembre de 1919. 1919 era el título de la película que Antonio J. Betancor, a partir de un texto de Ramón J. Sender, presentaba en el festival de Venecia, fiel a todos los septiembres. Allí estrenaban sus películas Fellini, Ingmar Bergman, Woody Allen, Costa Gavras, Jean-Luc Godard y Pedro Almodóvar, que presentaba Entre tinieblas.

El domingo 4 de septiembre empezaba la Liga. A la casa de Antonio Mairena en Nervión debieron llegar los ecos del fervor. El Sevilla de Manolo Cardo vencía 3-1 (goles de Nimo, Montero y Pintinho de penalti al Barcelona de Menotti y Maradona. El Betis perdía 2-0 en el Bernabeu frente al Madrid de Di Stéfano. Los equipos sevillanos empezaban el campeonato contra dos iconos argentinos, Menotti y Di Stéfano, compatriotas de Jorge Luis Borges, que le decía a Sánchez Dragó en una entrevista: "Lo de Cien años de soledad resulta excesivo, mejor hubiera sido dejarlo en cincuenta".

Los campos de fútbol eran en el final del verano 83 los coliseos de los cantantes. Julio Iglesias actuaba esa semana de septiembre de 1983 en el Camp Nou. Miguel Ríos decidía destinar a Marinaleda los ingresos de su concierto en Barcelona dentro de la gira El rock de una noche de verano.

Tres meses antes de su fallecimiento, Antonio Mairena recibió del Gobierno la medalla a las Bellas Artes. El ministro de Cultura que se la entregó, Javier Solana, envió un telegrama de condolencia al conocer la noticia. En el Ayuntamiento de Mairena del Alcor se recibió una llamada de los Reyes de España. El presidente de la Junta, Rafael Escuredo, y el consejero de cultura, Rafael Román, asistieron al sepelio.

Fue un artista tan precoz que antes de adoptar el nombre que lo inmortalizó fue el Niño de Rafael y el Niño de Mairena. Un niño al que ya le hubiera gustado estar en 1922 en el concurso que organizaron Lorca y Falla en Granada y al que sí asistió otro niño algo mayor, Manolo Caracol, aprovechando un descanso de su padre como mozo de espadas de Rafael El Gallo. Detalle este último que precisó el propio Mairena en una carta remitida a quien suscribe y que se publicó el día de su fallecimiento.

Augusto Morilla es el autor del busto de Antonio Mairena que preside los Jardines Rafael Montesinos. Se colocó el 1 de febrero de 1990 entre el Paseo de Colón y el puente de Triana. Escoltado por Belmonte, Curro y Pepe Luis, Mairena murió el año que Paco Ojeda encabezó el escalafón taurino. Él se fue encabezando el del cante. Lebrijano dijo de él que era "el profesor de todos nosotros". Fosforito le llamó "el Papa del flamenco" y El Cabrero, que actuó con Carmen Linares y Aurora Vargas la noche del concurso de noveles en Mairena, lamentó que se había perdido "el más importante peldaño de esta cuesta".

Antonio Mairena vivía con una hermana y con su perro Camborio. Recientemente murió su hermano Manolo Mairena, que formaba parte del cartel de la vigésima segunda edición de un festival que es su legado. "El cura párroco de Mairena estaba haciendo una obra en la parroquia y me pidió que organizara algo para recaudar fondos". Cuando murió, preparaba un disco a beneficio de la tercera edad flamenca.


Fuente: sevillaactualidad.com 5/09/2013. Autor: Alejandro Medina 
La voz de Antonio Mairena suena 30 años después 

Hoy se cumple el 30 aniversario de la muerte de Antonio Mairena, uno de los cantaores flamencos más reconocidos del país. Pese al paso del tiempo, su memoria aún sigue más viva que nunca.
Este jueves día 5 de septiembre se cumplen 30 años de la muerte de Antonio Cruz García, que en la cima de su carrera fue llamado don Antonio Mairena. Antes había sido el Niño de Rafael o el Niño de Mairena, como era conocido cuando se hizo famoso en Sevilla gracias a su cante por saeta.
Los inicios artísticos de Mairena trascurrieron por cauces naturales. Gitano emparentado con las familias cantaoras de Alcalá y Sevilla, escucha el arte oscuro de sus mayores hasta configurar una idea precisa de cómo y qué debe ser el cante. Sin embargo, su primera obra discográfica nos ofrece a un Mairena acoplado a los designios de la moda, es decir, cantado fandanguillos y cuplés por bulerías. Es curioso como la grisácea posguerra generaba unos gustos tan cursis.
La personalidad de Antonio Mairena se desdobla en dos facetas: la del ideólogo, y la del maestro del cante. Siempre estuvo tan afortunado en lo segundo como en lo primero. Su importancia artística es incuestionable, pero sin su hábil reivindicación de la importancia cultural del flamenco, su figura no ocuparía el lugar de prestigio que disfruta hoy. En un concienzudo y arduo proceso ideológico, Mairena atrajo la atención de los más altos estamentos sociales hacia el flamenco, no sólo como un fenómeno festivo, marginal, si no como un hecho cultural de primera categoría.
Consiguió que las instituciones públicas y privadas participaran en la difusión del cante, y con ello contribuyó enormemente a la profesionalización de esta música, con la que Andalucía aún no se había identificado del todo. Hasta entonces el flamenco había permanecido anclado a los ambientes marginales, mezclado con los espectáculos de variedades, el folclore y otros apetitos de la noche;  con la Alameda de Hércules como centro de la supervivencia de algunos de los artistas más relevantes del cante, el toque y el baile. Casi todos ellos gitanos, casi todos ellos murieron en la miseria.
Mairena acuña un término sesgado pero efectivo; 'cante gitano andaluz', para referirse a aquellos cantes que él consideraba más antiguos y de mayor dificultad, asociándolos a la tradición gitana, que supuestamente había permanecido hermética hasta hacía unas pocas décadas. Mairena se propone ilustrar al mundo con los nombres más relevantes de esa tradición, y encumbra a cantaores casi desconocidos y los envuelve en mitología, como Manuel Torre, Joaquín el de la Paula, Tomás el Nitri, la Andonda… y por supuesto a sus maestros: Juan Talega -pétreo gitano de Dos Hermanas que llevaba en su recuerdo las claves del cante de Alcalá, aquel del que se sirvió Mairena para establecer sus génesis cantaora- y Pastora Pavón, la Niña de los Peines.  
Tras configurar este Olimpo, Mairena entrega su vida a diseñar una obra que establezca los cánones del cante clásico, un cante que acabaría creando él mismo en torno a la soleá, la seguiriya, las tonás, la bulería y los tangos. Así su obra es más antológica que personal. En el arte de Mairena se aprecian muchas veces la rigidez y la claridad de quien quiere ser un buen maestro. Esta versión de don Antonio, la más reconocida, contrasta con sus actuaciones en directo, donde siempre se mostró desinhibido, más libre, y así más auténticamente flamenco y gitano.
Durante toda la Dictadura y la Transición, atrajo la atención de intelectuales que vieron en su concepción del cante una metáfora de la opresión del pueblo, y quisieron encontrar en el flamenco la historia de la Andalucía trágica. Es el caso de Félix Grande o Caballero Bonald. A raíz de esa sintonía, los primeros investigadores del flamenco parten de una idea preconcebida de la gestación de este arte –con los gitanos cómo única y espontánea fuente creadora- que en buena medida se ha demostrado si no errónea al menos insuficiente.
Tras la muerte de don Antonio queda el mairenismo, que se volvió a menudo virulento. Sus más fervientes seguidores abanderaron lo rancio, sin reconocer la evolución del cante, si no la perfecta ejecución de sus cánones, es decir de su forma más perfecta, la que cantó Mairena. Hoy en día el flamenco se está desembarazando de esa concepción racial y secular, y se estudia desde un punto de vista meramente artístico. Las ideas de don Antonio quedan cada vez más arrinconadas.
Sin embargo, y afortunadamente, lo mejor que nos ha dejado Mairena es la sabia afición de la gente de su pueblo, que sabe apreciar este arte como en ningún otro lugar. Es un público ilustrado, que hoy abre su corazón a todo aquel que quiera enfrentarse a su máxima exigencia. Se lo deben a don Antonio.


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