Rompe con la historia creada por la progresia Andaluza de que en Andalucia la única civilización importante fue la musulmana, nada fue antes ni después de esta.
De esta progresia destaca los nacionalistas andalucistas encabezados por "el padre de la patria andaluza", Blas Infante de el dice Eslava: «El padre de la patria andaluza cayó en ridiculeces como la de vestirse de moro, recorrió Marruecos buscando el pasado andalusí y se extasiaba cuando veía allí algo parecido a la Alhambra, porque desconocía que la Alhambra es una creación exportada de Al-Andalus a Marruecos, y no al revés». Eslava a su juicio, la creencia de que la mayor herencia de la que bebe Andalucía es la musulmana se inicia con la llegada de los primeros viajeros románticos, «que, como saben que para encontrar las raíces romanas les bastaba con ir a Italia, vienen buscando la huella de Oriente». «Lo de los musulmanes es un tópico que hemos aceptado estúpidamente, y encima hemos hecho que se convierta en una imagen de Andalucía». El autor no se muerde la lengua, y señala a Blas Infante como uno de los encargados de propagar de forma errónea lo que hoy se sigue entendiendo como una certeza. Otro de los mitos progreandalucista que rompe Juan Eslava en su libro es de la mezcla entre cristianos y musulmanes: "como el caso de Blas Infante, un señor que tendía a divagar mucho, que se vestía con chilabas y que defendió la idea de la mezcla entre árabes y cristianos en la Edad Media, lo que constituye una falsedad histórica. Nunca hubo mezclas porque, entre otras cosas, las mujeres musulmanas no podían casarse con varones cristianos, y si un varón musulmán se casaba con una cristiana los hijos nacían musulmanes. No hay más que reparar en nuestros apellidos, los de los andaluces de hoy: son los apellidos de los repobladores castellanos que vinieron a Andalucía tras la Reconquista". También dice que la deuda con el mundo árabe se ha exagerado. "Por ejemplo, se habla de la casa árabe o de los baños árabes cuando son préstamos que los moros tomaron de Roma. Y de sus monumentos, cabe decir otro tanto: si les quitáramos todo el material romano que contienen (columnas, sillares, capiteles, ladrillos, etc.), casi todos los monumentos árabes se vendrían abajo. En fin, lo más importante es el idioma, que, como sabes, configura el alma de un pueblo. Lo que hablamos los españoles es latín evolucionado, o degenerado si quieres".
Para Eslava Galán «Andalucía llegó a ser la región más culturizada del Imperio Romano, y por eso hay que intentar que tenga una continuidad». «Aquí nacieron dos de las cuatro grandes figuras romanas, Adriano y Trajano, y filósofos como Séneca o tratadistas como Columela».
El autor explica que uno de los grandes motivos, por los que ha escrito este libro, es que en aquella época el territorio andaluz era muy parecido al de ahora, «ya que sólo quedaría fuera un trozo de Almería, y dentro había una parte de la provincia de Badajoz».
Sostiene Eslava Galán que la Bética fue la región romana en la que la civilización latina "hundió sus raíces de manera más importante". Ello se debió a que, en parte, "los romanos ya encontraron un profundo proceso cultural y urbanístico acometido en el sur de la Península de manos de fenicios y púnicos". Este enraizamiento se tradujo en un esplendor del que dieron cuenta dos emperadores béticos, Trajano y Adriano, así como la coexistencia de numerosos teatros de la época en distancias cortas, de Itálica a Malaca, de Acinipo a Gadir. El cristianismo terminó con Roma, pero también prolongó su legado: "Donde antes se veneraba una estela, hoy hay una ermita".
"Más nos vale haber heredado lo romano", sentencia el autor de En busca del unicornio, que destaca que "los dones más preciosos legados por Roma son la lengua que hablamos, una bella evolución del latín, y el derecho romano, que nos da cierta idea de la justicia". «El legado de Roma está absolutamente vivo en nosotros. El castellano es una evolución del latín y también los aspectos más importantes de su cultura, hasta la casa y los baños romanos y griegos y, por supuesto, la ley, nuestro sentido de la justicia y la equidad proviene de Roma, así como la democracia viene del mundo griego».
El escritor no deja pasar tampoco que ahora algunas cosas están peor que en la época romana: «Ellos admiraban una serie de virtudes personales y ciudadanas, que expreso en el libro y que desgraciadamente brillan por su ausencia. Necesitaríamos una reflexión para ver si mejoramos la convivencia y nuestra manera de relacionarnos con nuestro medio». El novelista hace un paralelismo entre la espiritualidad romana y la actual. "Los romanos tenían dioses para casi todo, pero en el cristianismo los hemos sustituido por los santos. Hay santos a los que rezar para cada cosa: si alguien busca trabajo o pierde algo...".
Eslava no deja de lado a los políticos actuales respecto a la época romana: "Ésa es la casta que nos gobierna. Ni hablar saben, consecuencia de unos planes escolares calamitosos. En tiempos de Roma, un político debía conocer su oficio. Los alumnos realizaban ejercicios (suasoriae) en los que defendían una determinada postura ante el maestro y sus compañeros. A menudo fingían ser algún personaje del pasado, lo que, de paso, les permitía aprender su historia. Otras veces se enzarzaban en contraversiae consistentes en que dos muchachos sostuvieran tesis contrapuestas (...) De ahí salía gente que sabía hablar y defenderse, no estos mamarrachos que sólo saben enhebrar frases hechas".
En fin un libro para leer divertido y que quita brillo a la tan cacareada "civilización de convivencia entre religiones" que nos han querido hacer creer durante 30 años que existía en Andalucia en la época de ocupación musulmana por la progresia andaluza inculcando esta teoría en las escuelas y en la sociedad andaluza como "dogma de fe".
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