La
conmemoración del bicentenario del nacimiento de D. Juan Prim y Prats
(1814-1870) comienza con un primer acto significativo promovido por la
SBGP 2014 (Sociedad Bicentenario General Prim 2014), programado para el
próximo 27 de diciembre. Esa es la fecha del atentado que sufrió en 1870
en Madrid, en la antigua calle del Turco (hoy Marqués de Cubas), que le
condujo a la muerte tres días después.
El acto se iniciará con la presentación del libro “Juan Prim y Prats. Discursos Parlamentarios”,
editado por el Congreso de los Diputados, y será seguido con el
descubrimiento de una Placa Conmemorativa, obra del escultor Ramón
Ferrán, colocada en la fachada del edificio del Banco de España, a la
altura del lugar en el que se produjo aquel desgraciado atentado.
PRIM COMO PARADIGMA DEL LIDERAZGO POLÍTICO
La frase incorporada en la placa-homenaje (“No olvidéis la sangre derramada por nuestras discordias políticas”),
fue pronunciada por el general Prim el 11 de noviembre de 1862 durante
un discurso parlamentario. Este noble deseo rememora hoy el propio
asesinato del entonces presidente del Gobierno, y nos recuerda también
los de otros gobernantes que le siguieron en ese trágico final, así como
todas las guerras civiles españolas vividas desde el siglo XIX.
En
especial, y salvando las diferentes circunstancias políticas, la muerte
del general Prim presenta un singular paralelismo con la del almirante
Carrero Blanco. En ambos casos se produjo un magnicidio anunciado que no
se quiso prevenir, perseguir ni juzgar, con complicidades soterradas
dentro del aparato del Estado que supusieron un hito más en la
lamentable historia de “inseguridad” de la propia Seguridad Nacional.
Pero lo
más llamativo del bicentenario que ya comienza a celebrase es que, tanto
la figura del general Prim como la frase seleccionada para quedar
señeramente vinculada a la pieza escultórica de su homenaje público, se
ponen de relieve en un momento ciertamente preocupante por la deriva que
en los últimos meses viene siguiendo el sentimiento independentista
catalán: antes, durante y después de las elecciones para la renovación
anticipada del Parlamento de Cataluña, celebradas el pasado 25 de
noviembre.
Como ha
destacado la SBGP 2014, Prim es una de esas figuras cuya fuerte
personalidad e intensa vida (marcada por la heroicidad militar y el
liderazgo político), truncada prematuramente por un impactante atentado
instigado intramuros del poder, han sido capaces de generar un notable
interés y admiración social sobre sus circunstancias, incluso muchas
generaciones después de fallecido. Cierto es que con escaso apoyo de la
actual clase política, quizás porque, en el fondo, ésta reconoce en el
general catalán unos valores patrióticos y de decencia política con los
que no se identifica.
D.
Juan Prim fue un liberal, un espíritu políticamente inquieto, un
demócrata esencial; leal a sus principios, a su origen catalán y a su
amor por España, a la que engrandeció internacionalmente. No en vano fue
el político y militar español más conocido en el mundo civilizado
durante la segunda mitad del siglo XIX. Prim fue, en definitiva, un
catalán y español universal.
Nacido en
la localidad tarraconense de Reus en 1814, Prim fue un valeroso
soldado, presente en las más importantes campañas militares en las que
participó España, desde las Guerras Carlistas hasta la Guerra de Crimea,
la Guerra de África o la Expedición a Méjico. Siempre en primera línea
de fuego.
Alcanzó
honores y el máximo rango militar y social, llegando a Capitán General y
obteniendo por sus actos heroicos los títulos nobiliarios de Vizconde
del Bruch, Conde de Reus y Marqués de los Castillejos con Grandeza de
España. Pero también fue un gran político, asociado al Partido
Progresista desde muy joven; diputado y senador en innumerables
legislaturas y un incuestionable defensor de las libertades democráticas
y decidido valedor de la monarquía parlamentaria.
Comprometido
con la decencia política (un valor democrático irrenunciable que hoy
parece obligado recuperar), el general Prim se sublevó varias veces
contra el reinado de Isabel II, a la cual guardaba tanto afecto personal
como rechazo a la corrupción generalizada de su reinado. Ello le lleva
numerosas veces al exilio y a convertirse en el líder de la ‘Gloriosa
Revolución’ de 1868, causante del derrocamiento de la reina. Entre 1868 y
1870, Prim se convierte en el árbitro de la política española como
ministro de la Guerra, presidente del Gobierno, promotor de la
Constitución de 1869 (que fue la más liberal hasta su tiempo) y artífice
de la elección de Amadeo I de Saboya como nuevo rey constitucional de
España, después de su famosa y lapidaria condena de los Borbones: “¡Jamás, jamás, jamás!”.
Su
magnicidio, un auténtico golpe de Estado tramado por sus enemigos en las
más altas esferas del poder, truncó en 1870 su brillante proyecto
político y cerró a España la posibilidad del gran cambio liberal que
auguraba el nuevo reinado. La historia de España, con Prim vivo, hubiera
sido diferente sin la menor duda.
Francisco José Orellana, primer biógrafo de Prim (“Historia del General Prim”, Empresa Editorial La Ilustración, tres tomos, 1871-1872), escribió: “Todos
los partidos políticos condenaron el crimen; y, sin embargo, éste no
pudo ser obra de una venganza personal ni menos un asesinato pagado. No
se ejecuta una venganza recurriendo a diez, o doce, o veinte o más
hombres, que fue el número de los que probablemente intervinieron en
aquel acto. No hay nadie que pudiendo pagar tantos criminales pueda
comprar su secreto y se exponga de ese modo a la eventualidad de un
arrepentimiento o de una indiscreción. No; el asesinato de Prim fue obra
de muchos, concertado en algún conciliábulo político, en alguna
sociedad secreta o en algún centro de malvados enemigos de España”.
EL GENERAL PRIM EN EL PARLAMENTO
En su
profesión militar, iniciada a los 19 años al alistarse como voluntario
en el Primer Batallón “Isabelino” al mando de Manuel de Llauder, Capitán
General de Cataluña, Prim brilló verdaderamente como pocos han brillado
en los campos de batalla, entrando por primera vez en combate contra
las tropas carlistas el 7 de agosto de 1834. Baste señalar al respecto
que al concluir la denominada “Guerra de los siete años”, es decir con
26 años de edad, había participado en 35 acciones de guerra, alcanzado
el grado de coronel por méritos contraídos en lucha contra el enemigo
(incluyendo ocho heridas) y condecorado por dos veces con la preciada
Cruz Laureada de San Fernando: un comienzo de su excepcional carrera
militar acorde con sus posteriores y más relevantes méritos.
Pero,
además, en paralelo con su actividad castrense, Prim desarrolló una
intensa vida política y parlamentaria, culminada como presidente del
Gobierno hasta sufrir su mortal atentado. Adherido al Partido
Progresista desde 1840, y su líder absoluto desde 1866, fue diputado por
Tarragona (1841, 1843, 1857, 1869), por Barcelona (1843, 1850, 1851,
1853, 1854) y por Madrid (1869), así como Senador vitalicio (1858-1868).
Los
discursos parlamentarios del general Prim, editados por el Congreso de
los Diputados en el marco de la celebración auspiciada por SBGP 2014,
son hoy el material básico, su voz original, para conocer su
pensamiento, sus ideales y su transformación desde el político joven e
impetuoso, recién llegado de su Cataluña natal, al gran hombre de
Estado, pragmático y sosegado, que llegó a ser hacia 1870, justo cuando
el magnicidio truncó su gran proyecto de conseguir una España más
moderna y democrática.
Hoy,
el general Prim es también una referencia del compromiso militar con la
España constitucional de la que fue singular defensor. Una realidad
histórica, apoyada con el ejemplo de otros militares liberales y
demócratas desde las propias Cortes de Cádiz (algunos llamados
“Espadones”), como para avergonzar a no pocos políticos incultos
(algunos hay en las actuales filas del gobierno y de la oposición) que
de forma lamentable debajo de cualquier uniforme militar sólo ven
golpistas.
EL MAGNICIDIO DE UN PATRIOTA
El 27 de
diciembre de 1870, Prim hacía sus últimas gestiones en Madrid antes de
partir al día siguiente hacia Cartagena, con el fin de recibir al nuevo
rey Amadeo I de Saboya. El general tuvo noticia de los rumores que
corrían sobre un atentado contra su persona, desoyendo las advertencias
que se le hicieron, como en ocasiones anteriores (caso idéntico al del
almirante Carrero Blanco).
Esa misma
tarde asistió a la última sesión anual del Congreso de los Diputados,
como presidente del Consejo de Ministros y ministro de la Guerra. Tras
lograr la aprobación de los nuevos presupuestos destinados a la Casa
Real, decidió marchar a su cercana residencia oficial en el Palacio de
Buenavista (hoy sede del Cuartel General del Ejército), rechazando a
última hora la invitación para una celebración en su logia masónica.
Eran
cerca de las 19:30 horas cuando, bajo una intensa nevada y con la luz
menguante de la anochecida, subió a su berlina, acompañado de sus
ayudantes habituales, el coronel Moya y el comandante González Nandín.
El carruaje emprendió la ruta habitual desde el Congreso, enfilando la
calle del Turco para tomar después las de Alcalá y Barquillo hacia la
entrada lateral del Palacio de Buenavista.
En la
confluencia de la calle del Turco con la de Alcalá, otras dos berlinas
le cerraron el paso, mientras ocho hombres rodeaban su carruaje para
acribillarle a tiros. El general Prim no murió en aquel momento, pero
sufrió tres graves heridas: en el codo y el hombro izquierdo (de dónde
se le extrajeron hasta siete balas), y en la mano derecha, de la que le
tuvieron que amputar varios dedos.
Malherido,
subió por su propio pie las escaleras del Palacio de Buenavista. Sus
heridas no parecían mortales, pero el general Prim falleció tres días
después, el 30 de diciembre de 1870, probablemente por una septicemia.
Los
indicios sumariales señalaron al Duque de Montpensier y al propio
general Serrano, regente en aquel entonces, como instigadores del
magnicidio; y al republicano José Paul y Angulo como ejecutor, junto a
otros nueve hombres. No obstante, la causa abierta por el asesinato de
Prim se cerró en falso en 1878, siendo todavía un caso histórico por
resolver…
Aquí
dejamos estas primeras notas sobre la vida y la obra del general Prim,
porque la labor de la propia SBGP 2014 va a generar en los dos próximos
años una importante actualización histórica de su figura y de los
valores sociales y políticos que representa, a través de numerosas
actividades culturales e institucionales, como las ya iniciadas.
LA MUERTE DE PRIM Y EL PERIODISMO AMARILLISTA
Pero lo que sí queremos destacar en esta Newsletter
especial como homenaje a la figura del general Prim y respeto al rigor
histórico, es el lamentable papel jugado por la Universidad Camilo José
Cela fomentando una deplorable tesis amarillista de su muerte que la
descalifica en el ámbito de la investigación y, sobre todo, en el mundo
intelectual y de la docencia.
El caso
se centra en la difusión de una teoría morbosa e indocumentada por parte
de Francisco Pérez Abellán, periodista y “criminólogo” vinculado a
dicha Universidad, que sostiene y ha difundido de forma irresponsable
por los platós televisivos un asesinato del general Prim por
ahogamiento. Sin mayor argumento probatorio que unas marcas detectadas
en el cuello momificado del militar (a la altura del cierre de la
casaca), curtido en mil batallas y con el cuerpo plagado de heridas de
guerra, y en contra de los testigos y partes oficiales de su muerte.
La SBGP 2014 se vio obligada a emitir el pasado 21 de noviembre una nota de repulsa señalando que “académicos
e historiadores deploran el trato sensacionalista y carente de rigor
histórico que se está dando a la figura de D. Juan Prim y Prats a través
de noticias sobre estudios inconclusos”. También lamentaba la
frivolidad con que se difunden teorías diversas sobre su muerte, sin el
rigor científico y pericial exigibles.
Después
de defender la aplicación del máximo sentido de la responsabilidad
documental a todas las actividades desarrolladas en torno a la figura
del prestigioso militar que murió siendo presidente del Gobierno, y
también de exigir el máximo respeto debido a su memoria, la SBGP 2014
afirmaba en su nota: “Por ello, se observa con gran preocupación el
lamentable trato periodístico que se ha dado especialmente por parte de
la Universidad Camilo José Cela a la figura del gran estadista, en la
filtración de los estudios forenses que se están llevando a cabo en su
momia, aún sin concluir”.
A
continuación, se recogía el siguiente comentario del profesor Emilio de
Diego, catedrático de Historia Contemporánea y autor de una de las
biografías más importantes de Prim (“La forja de una espada”, Editorial Planeta 2003): “Hace
apenas un mes se aseguraba que Prim había muerto, de forma inmediata, a
consecuencia de las heridas causadas por sus agresores con lo que
graciosamente se cambiaba la fecha de su fallecimiento del 30 de
diciembre al 27, mientras el país permanecía ignorante de esta
operación. Ahora los mismos descubridores de la “verdad histórica” han
decidido certificar su óbito por estrangulamiento. ¿De qué morirá el
general Prim el mes próximo?”.
Finalmente, la SBGP 2014 precisaba que “la
publicación ilícita incluida de fotografías de la momia, que se
promueve desde dicha Universidad Camilo José Cela no es digna de la
memoria que merece conservar España de un presidente de Gobierno de
España, víctima de uno de los magnicidios que cambiaron la historia
contemporánea de nuestro país”.
EN DEFENSA DEL RIGOR HISTÓRICO
Por su
parte, el mismo historiador y socio de la SBGP 2014 ya citado, profesor
Emilio de Diego, difundió un artículo clarificador del tema, titulado
“Sobre la muerte del general Prim”, que reproducimos literalmente:
Recientemente
se han publicado en algunos periódicos varios artículos relativos al
análisis criminológico y forense que se está realizando en Reus sobre
los restos del general Prim. En ellos, fuentes de la investigación
apuntan la posibilidad de que el entonces presidente del gobierno de
España muriera a las pocas horas de sufrir el atentado que acabó con su
vida; y no a los tres días, como mantienen numerosos especialistas.
Si
bien la citada investigación se encuentra aún en curso, y no se han
publicado sus conclusiones oficiales, cabe recordar que son muchas las
evidencias que sustentan la idea de que Prim murió el 30 de Diciembre de
1870, en sus aposentos del Palacio de Buenavista, tres días después de
recibir los disparos.
Entre
ellas se encuentran los testimonios de algunos de los médicos que le
atendían —De Losada, Lledó, Estevan y León—, así como el del Dr. Melchor
Sánchez de Toca, médico de gran prestigio en Madrid que visitó al
general durante su agonía. En el ámbito clínico figuran también el parte
del momento de la muerte, y, con fecha de 31 de diciembre, el acta de
defunción (en la parroquia de San José de la calle de Alcalá) y los
documentos de la autopsia.
Están
además los testimonios personales del Sr. Moreno Benítez, íntimo amigo
de Prim, que le visita la noche del 28 al 29; y el del Diputado Mata,
también amigo del estadista, quien, en sesión de las Cortes del 30 de
diciembre, a las 10’15 de la noche, afirma haber estado con Prim el día
anterior.
Conviene
recordar, asimismo, que había demasiada tensión entre el regente
Serrano y Prim para que otros nombres relevantes de la política del
momento se hubieran prestado a tamaña farsa: Moret o Topete no lo
hubieran consentido.
Y,
por supuesto, la familia de Prim todavía menos. Su mujer, Paca Agüero,
que no se separó un momento de su lado, fue la única que se atrevió a
hablar con Amadeo de Saboya sobre la “cercana” presencia de los
asesinos. Y su profundo desconsuelo quedó reflejado en la prensa de la
época —muy activa y voraz en aquel entonces, tozudamente independiente y
diversa, imposible de controlar— a través del testimonio de los muchos
que la visitaron durante la agonía de su esposo. Además, la familia
publica la esquela de Prim con fecha de 30 de diciembre, que es también
la que figura en los documentos de transmisión de títulos nobiliarios.
Muchas
evidencias en contra para aventurar la enmienda de un hecho histórico,
sin datos concluyentes, en una investigación aún por finalizar.
LA RECONCILIACIÓN BORBÓNICA CON EL GENERAL PRIM
Aclarada
esta lamentable incidencia amarillista sobre la muerte de Prim, no
queremos dejar de señalar la oportunidad que ofrece la conmemoración de
los 200 años de su nacimiento para asumir su figura como emblema de lo
que ha significado Cataluña en la historia de España.
Bueno
sería, e incluso puede que políticamente obligado, que en el transcurso
de la celebración del Bicentenario del General Prim, la Corona
instaurada por el régimen franquista y consagrada en la Constitución de
1978 a través de la monarquía parlamentaria, aunque fuera legítima
heredera de la dinastía histórica de los Borbones, se reconciliara con
la figura del gran estadista que más luchó en su tiempo precisamente en
favor de esa forma política del Estado.
Prim
criticó a la monarquía borbónica de su época, con el argumento, poco
refutable, de la corrupción en la que entonces se desenvolvía. Pero hoy
la Corona de España se enmarca en una realidad política distinta,
también necesitada, dígase lo que se diga, de reposicionar su imagen
ante la sociedad española y de remarcar con gestos prácticos sus
habituales discursos institucionales de “cámara”, como el reiterado de
la reconciliación y la unidad de todos los españoles.
Unos
signos especialmente convenientes, por no decir necesarios, en un marco
como el actual, caracterizado por el creciente agotamiento y debilidad
del sistema institucional y por las tensiones generadas en torno al
sentimiento independentista catalán. Porque, ¿acaso no es el Rey símbolo
de la unidad y permanencia del Estado…?
El
general Luis Alejandre, miembro destacado de la SBGP 2014 y entusiasta
admirador de Prim en su doble faceta de militar y estadista, ya lanzó en
2009 una aguda observación sobre la cuestión catalana en relación con
este personaje histórico. Al presentar su libro “La aventura mexicana del General Prim” (Edhasa, 2009), Alejandre destacó: “Su
asesinato [de Prim] dejó abierto un gran interrogante: si las
relaciones en España entre Cataluña y Madrid serían las mismas hoy con
un presidente del Gobierno como Prim si se hubiese asentado...”.
Recuérdese
lo que políticamente supuso en su época la figura de D. Juan Prim y
Prats. Y téngase en cuenta lo que, hoy por hoy, todavía supone, con el
acelerón secesionista de Cataluña.
El
entorno de la Corona debería tomar nota y obrar en consecuencia,
procurando que al menos el Príncipe Felipe presidiera alguno de los
actos de homenaje al general Prim. Mientras el PP y el PSOE, los
partidos de la triste alternancia en el poder, continúan degradando la
España institucional en su miserable beneficio partidista.
Fuente: www.elespiadigital.com, publicado el domingo 23 de diciembre de 2012